domingo, 17 de febrero de 2013

Spasiva

Verde es el color que se le atribuye al dinero, así se dibuja en nuestra mente cuando pensamos en él. Supongo que el siempre cabecilla de las monedas del mundo es el responsable. Maestro Dólar.
De cualquier forma o color, el caso es que a mí el ansiado por todos dinero se me torna cada vez más oscuro. Y cuando cierro los ojos lo diviso de un rojo intenso, violento como sangre que brota a borbotones de un recién asestado hachazo. A veces púrpura como piel de berenjena. O negro, como la de los esclavos que trabajaban las tierras de los adinerados americanos del Mississippi. Subyugado, sometido, siervo.... Me siento la puta maniatada a la pata de una cama de una austera y lúgubre habitación de motel de carretera de cartel luminoso tintineante. Dejada, desnutrida y maltratada esperando a ser follada por estos nuevos ricos con manos desbordadas de billetes prensados que se asfixian en sus bolsillos como el aficionado en primera fila de una avalancha. Es harto curioso como el poder de esos pequeños arrugados aumenta a la par que disminuye la educación de sus dueños convirtiéndose en amos amantes del atroz latigazo, del dirigirse a los demás con un simple levantar de índice o un mal pronunciado "oye" que se supone ha de encender mi máxima atención ante los deseos de este supuesto ser superior.
Así que del ocaso a la aurora boreal me he convertido en el mandingo de rusos y árabes que llegan a molestarse por no dominar su idioma siendo ellos los que han invadido mi tierra. Y la exquisita educación que me brindaron mis padres rebota siendo eco en las paredes de sus huecas cabezas para acabar muriendo en el suelo . Y mis "buenos días", mis "porfavores" y mis agradecimientos vagabundean por el aire en busca de algún oído que los adopte, desconocedores de que sólo el orfanato de la mala educación les aguarda.
Agacho mi cabeza y asiento. Saludo, agradezco y les brindo un inglés bien pronunciado a cambio de silencios, reproches, exigencias y un inglés propio de un andaluz borracho.
Sigan fustigándome. Continúen con su empeño en creer que son entes supremos. Este españolito del montón seguirá brindándoles buenos modales y exquisita educación. No trueco su dinero por mi saber estar. Compadezco a sus señoras y sobre todo a sus hijos, por tan rica herencia económica pero tan pobre legado humano. Pero ante todo no les culpo. Este mi país es responsable de hacerles creer que su fortuna puede poseer este paraíso que es nuestra patria y despreciar a su gente.
Muchas gracias, Spasiva, Merci, Danke, Thanks a lot... Y les deseo que ganen tanto dinero que un día enciendan un cigarro y se les queme todo en un estornudo.