miércoles, 14 de noviembre de 2012

¡ A joder !

        Ayer fui testigo de la agonía de un ave indefensa que colgaba boca abajo en un árbol atada por una de sus patas a una cuerda anudada por un despreciable ser.  Tendemos a pensar que somos dueños de todo lo que nos rodea y estamos habilitados para darle el uso que se nos antoje y tomarlo y desecharlo cuando nos plazca. Mientras aguardábamos la llegada de bomberos, policía y demás organismos oficiales a los que ella había alertado sin dudar, Teresa ahogaba sus lágrimas en sonrisas de escudo forzadas y yo hacía gala de una tranquilidad impasible e imperturbable, pero fingida. Leyendo ésto muchos pensaréis que no perderíais dos horas de vuestro tiempo en salvar la vida a una tórtola cualquiera, ni pondríais patas arriba una ciudad llenándola de curiosos que sólo se acercaron a fisgonear al ver los llamativos uniformes. Pero es que tal grado de bondad sólo es alcanzable por algunos elegidos. Y ella es uno de ellos.
         Nos gusta dañar, saborear ese poder de torturar algo o a alguien, que su vida esté en nuestras manos. Se trafica con armas, con drogas, con animales, con mujeres, con hombres, con niños , con vidas, con ideologías, con política , con poder , con sueños, con meterte el miedo en el cuerpo... Cada mañana me miro en el espejo y lo que veo no me gusta y, entonces, en vez de comerme mi propia mierda te jodo a ti , te jodo a ti , te jodo a ti y te jodo a ti. ¿Por qué? Porque la culpa, amigos, siempre es de los demás. Y esta es nuestra filosofía de vida. Esta enfermedad se denomina "juguemos con  la vida de los demás porque no tengo cojones ni sangre para vivir la mia". Y no intenten buscar una cura, es genética, innata e irremediablemente hereditaria, sujeta a nuestra raza por derecho, por naturaleza, por imposición biológica.
         Hoy he descubierto que hay goteras en mi cuerpo, en mi piel, en mi corazón. De las goteras de mi cabeza os hablo otro día porque ahora quiero dormir. Porque cuando duermo no pienso. Y yo no quiero pensar más. Yo sólo quiero volver a las entrañas de mi madre, a nadar sumergido en una paz infinita, en una duermevela blanca de un cuerpo y dos corazones abrazados por un cordón, caliente, protegido , acurrucado. Indefenso pero invulnerable. Sería necesario, sería un sueño muy bonito que todos, por un breve instante, por un breve parpadeo regresáramos a las entrañas de nuestras madres para recuperar algo de la pureza que hemos perdido por el camino. Los niños negritos tienen una esperanza de vida de menos de un año. Sus madres son tumbas vivas  de lágrimas secas con barrigas preñadas de muerte. Y nosotros, con todo a favor, gastamos  nuestro tiempo en golpearnos para intentar ganar una carrera que , al fin y al cabo, alberga la misma meta para el primero que para el último. No se lamenten más, lo que tenemos es lo que merecemos por formar parte de esta abominable raza. Es lo que somos.
           Me cago en mi puta vida.